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miércoles, 2 de marzo de 2011

Capítulo 2: Jorge



Lena corrió tras su amiga Sarah, escaleras abajo. El ambiente estaba lleno de humo, y habría unas veinte personas. No supo cómo se las habría apañado su amiga para llenar de pronto la casa de gente, solamente eran las diez y media... Algo que anteriormente había sido un salón con varios sillones y grandes alfombras, parecía ahora una discoteca cualquiera.
Sarah abandonó a su amiga apenas oyó el sonido del timbre, le dio su característico beso de despedida en la mejilla y salió pitando. Lena observó como la larga melena de su amiga se perdía entre la multitud, mientras ella se sentaba en el segundo peldaño de la escalera, sin saber qué hacer. Miró a todo el mundo con cierto asco. No le gustaba estar entre tanta gente en un sitio cerrado, se sentía mucho mejor en su habitación comiendo y viendo series en su portátil. Lena casi no tenía vida social, y, para ser sinceros... esa era la primera ''fiesta'' a la que iba.
No sabía cómo debía comportarse, pero bueno. De saberlo, tampoco lo habría hecho
                 
                                                                      

Miró su reloj, ya estaba empezando a cansarse.
Eran tan solo las 10 y media de la noche, llevaba tan solo media hora allí; pero ya estaba hasta el cuello.
Su novia estaba a su derecha, y no paraba de parlotear con sus amigas respecto a supuestos lugares y tendencias  de moda que se daban en Barcelona.
Él, en cambio, echaba de menos a sus amigos, que se habían quedado en su pueblo natal. No podía parar de pensar en lo bien que se lo pasarían ellos, allí, de fiesta en fiesta todas las noches mientras él estaba en la playa, con su novia, al otro lado del país.
No, no le malinterpretéis. El chico estaba enamorado de ella, era solamente que aquel concepto de ''o ellos, o yo'' que le ponía esta, le incomodaba.
Sheila no dejaba que Jorge estuviese con sus amigos siempre y cuando él quisiera, sino que le ponía horarios para estar con ellos, era como su madre. Si quería ver a sus colegas en el instituto, podía hacerlo solo entre clase y clase, la hora de la comida era para ellos. Y los sábados también. Que no se le pasara por la cabeza hacer planes con sus amigos un sábado, porque tendrían un gravísimo dilema. Pero aún así, Jorge no se lo había reprochado lo más mínimo, Sheila era la chica de sus sueños, no veía motivo alguno para no aceptar sus opiniones -y órdenes- y hacerla sentir mal. Él sabía que sus amigos estaban cabreados con él por aquella actitud, pero en parte le daba igual; era feliz haciéndola feliz a ella, a la chica de su vida, a su primer y único amor.
En aquel momento, la voz de pito de María, la amiga rubia de Sheila, le sacó de sus pensamientos.
-¿Y tú, Jorge?- le preguntó- ¿Todavía no has ido?
Jorge titubeó, no sabía a qué se refería exactamente con aquella pregunta. Además, el ensordecedor ruido de la música le hacía tener la sensación de que no la había oído bien.
-No- respondió finalmente, y optó por ser sincero- La verdad es que no sé ni de qué me estás hablando.
Las tres chicas se echaron a reír, y Clara, la amiga morena de Sheila, le tomó por un brazo e intentó hacerse oír.
-Del centro comercial más grande de la ciudad- le informó, y añadió con una sonrisa-: Podrías llevar a Sheila allí... en plan romántico, ¿no?
Jorge sonrió sin ganas. ''¿En plan romántico a un centro comercial?'', se preguntó, suspirando.
Las tres chicas volvieron a corear el ambiente con sus risas.
Se suponía que había había ido con Sheila, su novia, a aquella fiesta en la que estaban ahora pensando que quizás sería romántico. Era una casa en la playa, ¿cómo no iba a ser romántico?, había pensado.
Pero se había equivocado, porque no lo era. Estaba bastante lleno de gente que no paraba de empujar, vocear, gritar, beber, fumar y bailar. Por no hablar de la música atronadora.
Aquel sitio había resultado ser de todo menos romántico. Qué pena que se fuesen a quedar allí durante toda esa semana...

                                                               
                   
Lena continuaba allí esperando. Ya habían pasado un par de minutos y Sarah no volvía. Aunque ella sabía que no iba a volver.
Se levantó con el propósito de buscar a las otras cuatro chicas a las que su amiga había invitado a pasar la semana en esa casa también, eran del grupo de amigas de Sarah, nada tenían que ver con Lena, pero bueno, al menos eran amables y la respetaron en todo momento, no pusieron pegas cuando Sarah quiso meter a Lena en su grupo.
Tan absorta estaba Lena buscando a aquellas chicas, que no se dio cuenta de que alguien la miraba fijamente desde el otro lado de la habitación.

                                                       

Efectivamente era ella. Era esa chica, no podía ser otra.
Pero... ¿qué hacía ella ahí? Era demasiado irónico...
Jorge había coincidido bastantes años atrás en clase con ella, y habían sido amigos.
Tenían tan solo doce o trece años. En ese entonces, Lena había sido una chica activa, aventurera y sonriente. Siempre con algo que decir, aunque un poco tímida para algunas cosas, como hablar en público o mantener una conversación civilizada, tal vez entonces fuese demasiado infantil para eso. Demasiado inmadura.
Había sido a los doce años cuando Jorge la hizo madurar y abrir los ojos de golpe, cuando Lena había declarado su amor por él, y Jorge la rechazó cruelmente.
Se estuvo riendo de ella con sus amigos años, a partir de aquel momento, y aunque al mes lo olvidó y lo dejó pasar, continuaban burlándose de ella por una u otra cosa. Lena aún lo recordaba. Aunque ambos ya tuviesen 18 años, Jorge no había vuelto a hablarle.
Lena nunca volvió a ser la misma después de eso, tal vez se había dejado influenciar demasiado por una cosa que no había sido más que tonterías de niños. Tal vez estaba exagerando sus sentimientos, eso siempre había pensado Jorge. Pero después de tantos años no podía evitar pensarlo y sentirse mal. Tragó saliva al recordar todo aquello.
-Sheila- llamó a su novia- espérame aquí, voy a buscarte algo para beber.
Ella sonrió antes de ver cómo Jorge se perdía entre la multitud.

                                                            

Lena por fin había localizado a dos de las amigas de Sarah.
Habían empezado a hablar un poco, pero en seguida se habían quedado sin tema de conversación y continuaron su camino.
Lena no supo qué hacer. Se sintió sola y pequeña de pronto, rodeada de tanta gente a la que no conocía, porque en un principio habían sido unos veinte, pero ahora no dejaban de entrar grupos de personas por la puerta.
Suspiró.
La maldita cabeza de Sarah no aparecía por ningún sitio, y ella ya empezaba a cansarse.

                                                       

Al otro lado del gran salón estaba Jorge, simulando que buscaba las bebidas que le habían pedido su novia y las dos amigas de esta, mientras buscaba disimuladamente con la mirada a una persona, una chica de pelo negro y ojos más negros aún, de semblante pálido y mirada triste.
Suspiró.
Estaba harto de Sheila. La quería, sí. Pero estaba cansado de que le utilizase, de que le reprochase cada uno de sus actos y de que le manipulase a su antojo, y tenía ganas de hablar con alguien.
Dejó las bebidas de lado y se internó entre la multitud para buscar a Lena, no sin antes dudar un poco.

                                                                    

Lena estaba pensando en subir a su habitación cuando sintió su presencia, no supo cómo, pero de pronto sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal, se giró bruscamente, y ahí estaba él.
¿Jorge?
Justo entonces un grupo de gente entró en la casa por la puerta de entrada, bloqueando la vista a Jorge y permitiendo que Lena visualizase entre ese grupo la rubia cabeza de su amiga Sarah.
Y corrió hacia ella, no muy segura de si debía hacer eso o mejor irse a su habitación.
Lena llevaba años evitando Jorge y sus amigos, por la manera en que ellos la miraban y se burlaban de ella, como si le tuviesen rabia o manía, o le viesen cara de estúpida.
Además, por si fuera poco, unos meses después de ''eso'', Jorge había empezado a salir con Sheila, quien había sido muy buena amiga de Lena desde que iban a la guardería hasta ese momento. Lena nunca encontró nada en lo que apoyarse, ninguna manera de desahogarse, por lo que se refugió en sí misma y nunca le contó nada a nadie, salvo a su amiga Nicole, a quien conoció un tiempo después. 
Ella fue quien intentó hacerle olvidar el miedo que tenía de abrirse a la gente, de sonreír, hacer amigos... aunque Nicole siempre estuvo ahí para defenderla, hasta hacía unos meses. Había desaparecido de su vida, y ahora Lena se sentía sola y perdida en el mundo otra vez, y de vez en cuando buscaba a su amiga Sarah para no sentirse sola.
Igual que estaba haciendo en ese mismo momento, en aquella fiesta.
Su vida era así: mientras los demás disfrutaban de una fiesta, ella buscaba algo en lo que apoyarse para no sentirse sola.
Intentó quitarse a Jorge de la cabeza, distraerse con otra cosa, como encontrar a su amiga Sarah pero no lo consiguió, porque al salir a la calle, -creyó haber visto a su amiga saliendo hacia el jardín- la puerta se cerró tras ella y por mucho que luego tocó el timbre y aporreó la puerta, nadie la oyó.
Se giró, en el jardín tampoco había nadie. Quienes habían salido antes ya se habían marchado.
Lena suspiró y se encogió sobre sí misma, caminó por el pasillito de piedras que daba entrada a la casa. Maldijo a Nicole por haberle regalado esa camiseta con un hombro al descubierto.
Miró su reloj. Eran las 11 menos cuarto de la noche.
Levantó la cabeza para fijar sus ojos negros en la luna llena, y quitarse a la persona a la que más quería en el mundo de la cabeza.



Sus ojos verdes continuaban escrutando la oscuridad de aquel salón.
No encontraba lo que buscaba y pronto su novia le echaría en falta, pero la verdad era que no tenía ganas de volver con ella. ¿Para qué? Estaba mejor con sus amigas.
Y él estaba mejor fumándose un cigarro en la playa y pensando en sus cosas, así que cogió la chaqueta y se dispuso a salir fuera.

                                                              

Lena se giró para avisar que ella estaba ahí, que no cerrasen la puerta aún... pero se encontró con sus ojos verdes, y todo su mundo se tambaleó mientras la puerta se cerraba tras Jorge.
Le miró con sus característicos ojos negros y vacíos.
Él esbozó una media sonrisa y caminó hacia ella.
Lena no supo cómo reaccionar, por lo que le preguntó bruscamente:
-¿A quién buscas? Aquí sólo estoy yo.
Él se metió las manos en los bolsillos y sonrió con superioridad.
-Te buscaba a  ti- susurró Jorge, con esa sonrisa- Te vi salir y sentí curiosidad- mintió, mientras sacaba un cigarrillo.
El corazón de Lena empezó a latir un poco más rápido, Jorge la miró un rato más y volvió a acercarse a ella.
Ahora estaban tan solo a unos pasos.
-Venía a tomar el aire- mintió también ella- Solo eso.
Jorge suspiró, sacó un mechero y encendió el cigarro.
- ¿Quieres uno? -le preguntó.
El corazón de Lena continuaba latiendo como un tambor tocado por 90 monos eufóricos.
Sonrió.
-No. -le respondió- No he fumado nunca. Gracias.
Jorge soltó una carcajada y ella se sintió estúpida.
Él le tendió un cigarro igualmente, y ella lo recibió también sintiéndose estúpida.
Se quedaron un rato en silencio, mirándose a los ojos, como retándose el uno al otro a apartar la mirada.
- ¿No quieres fuego? -le preguntó él, riendo.
Ella se sonrojó y se acercó a él para encender el cigarro.
El corazón le latía exageradamente. Llevaban años sin estar tan cerca, prácticamente sin hablar, y le invadieron unas terribles ganas de explicarle todo lo que sintió y todo lo que sentía. Pero no servía de nada, él estaba con Sheila y sería mejor no tener problemas con ella.
Pero entonces él sonrió, y Lena sintió que perdía la poca calma que la hacía dominar aquella situación.
- ¿Qué tal te va todo? -le preguntó él, dando una calada a su cigarro.
                          
                                                                   


Sheila no le encontraba. Ni en el salón de la fiesta, ni en los pisos de arriba. ¿Pero, dónde se habría metido? Le había dicho que se diese prisa y trajese alcohol, que sus amigas y ella querían emborracharse esa noche. Pero él, ni caso. Se había tomado todo el tiempo del mundo y ahora ninguna de sus dos amigas tenía ganas de salir por ahí de fiesta.
Sheila pensó un poco. Difícil tarea para ella.
¿Y si había salido fuera?
Subió al piso de arriba a buscar su chaqueta.

                                                                             

-Yo también me quedo esta semana aquí. -respondió Jorge.- Sarah me ha invitado junto a unas... chicas, unas amigas.
- ¿Unas amigas? -preguntó Lena.
-Sí, Sheila y sus amigas... María y Clara -contestó él, sin demostrar mucho interés.
Lena mantuvo silencio durante un rato.
-Ah, Sheila... -musitó.
Jorge dio la última calada a su cigarro, y lo tiró al suelo.
-Sí, Sheila, ¿por qué? -preguntó, frunciendo el ceño y sonriendo.
Ella se sonrojó e hizo un gran esfuerzo por no ahogarse con el humo del tabaco.
Por Dios, qué asco. Nunca más iba a volver a fumar, eso lo tenía claro. 
-No, por nada. -le respondió, con un hilo de voz.- Sólo era por saber.
También arrojó su cigarro al suelo, aunque apenas lo hubiese empezado.
Jorge se cruzó de brazos y se apoyó en la fuente alta y magnífica que había visto Lena al llegar a la casa esa tarde.
-Sé por qué lo preguntas -le dijo- Sheila te cae mal.
Lena titubeó.
-¿Por qué iba a caerme mal? -preguntó Lena, sin atreverse a negarlo.
Jorge sonrió.
-Porque está conmigo.
Hubo un largo silencio entre los dos, en el que solamente se miraban.
Lena no supo qué decir, pero no tuvo que pensar durante mucho tiempo, porque la puerta se abrió de pronto, y ambos se sobresaltaron y rompieron el contacto visual... para observar a Sheila, que les miraba con los brazos cruzados desde el marco de la puerta.

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