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martes, 10 de marzo de 2015

Capítulo 19: He aquí la importancia de mirarse a los ojos.



Sarah siempre tardaba en contestar al teléfono, pero esa madrugada, mientras Lena caminaba de un lado a otro de su habitación mientras oía el CD que Vic le había regalado, el teléfono se descolgó antes del segundo pitido.
-Dime -susurró Sarah.
Lena abrió la boca, pero no dijo nada. Y así se quedó unos segundos.
La última canción del CD terminó, y Lena abrió el reproductor y lo sacó. Llevaba toda la noche escuchándolo y las canciones ya se repetían constantemente en su cabeza. 
-No he tardado en responder porque no estaba haciendo nada, pero créeme, soy Sarah -bromeó su amiga, interrumpiendo sus pensamientos- ¿Lena?
La chica suspiró y se sentó en la cama, estaba realmente nerviosa y no sabía por qué.
-Sarah, necesito pedirte un favor.
Su amiga asintió al otro lado del teléfono, bajando la música.
-Te escucho -respondió.
-Necesito que me des el número de Vic -dijo la chica, atropelladamente- o que me des su dirección o me pases con él si es que está contigo, o... 
-¿Por qué tanta urgencia? -la interrumpió Sarah- ¿No intercambiasteis los números al despediros?
Lena volvió a sentir esa presión en su pecho al recordar que no se habían despedido formalmente. Los dos consideraron la última noche como una despedida en la que bailaron y durmieron abrazados pero en la cual nadie dijo adiós.
-Ni siquiera me despedí de él -musitó.
Hubo un largo momento de silencio en el que Lena pensó que su amiga le echaría la bronca o se enfadaría con ella por ser tan estúpida. Se levantó de la cama y corrió las cortinas de la ventana, ya no llovía, el cielo estaba estrellado y se veían, oscuras, las montañas nevadas a lo lejos.
Lena tenía ganas de llorar.
-Lena... -susurró Sarah al otro lado del teléfono. Y, por alguna razón, un escalofrío le recorrió la espina dorsal- ¿Viste a Vic... la mañana en la que te marchaste?
Lena frunció el ceño y no respondió.
-O al menos, ¿sabes si alguien le vio? ¿Rubén, tal vez? -añadió Sarah.
-Yo le vi -respondió la chica- Le vi esa mañana, pero estaba durmiendo, ¿por qué lo preguntas?
Otro incómodo silencio brotó, nuevamente. 
-La última vez que vi a Vic fue cuando subió a la habitación contigo la última noche -le dijo- Supongo que después se marchó. Desde entonces nadie le ha vuelto a ver.






Ese fin de semana fue horrible. Lena no volvió a hablar con Sarah, y apenas con nadie, lo único que hizo fue coger el libro de Vic y apuntarse todos los temas de los que no tuviese ni idea, para buscar libros parecidos en la biblioteca. Dicen que cuando alguien lo pasa mal, el tiempo transcurre más despacio, pero la verdad era que no fue así, y cuando Lena menos se lo esperaba, ya estaban a Domingo e iba a ser medianoche.
Recibió un mensaje de Rubén, en el que le contaba que el chico británico había vuelto, diciéndole que se había llevado su camiseta por error. ''Menuda excusa más mala para volver a verte'', le había dicho a su amigo.
Estaba en su habitación, tumbada en la cama, mirando por la ventana, ya había dejado de leer y no pretendía volver a hacerlo. Es fin de semana se basó en escuchar el CD de Secondhand Serenade y leer el libro de Rowan P. Scofield, como si aquello fuese lo único que le quedase de Vic.
Rubén le había dicho que no se comiera demasiado la cabeza por el chico, que estaría bien y que volvería a buscarla, y esas palabras no dejaban de rondar por la cabeza de Lena.
Vic le había contado que ese libro era de su abuelo, pero... ¿eso quería decir que su abuelo lo tenía, o que, dado que resultó estar escrito a mano, había sido su abuelo quien lo había escrito? Sentía la inmediata necesidad de contactar con Vic y hablar del contenido del libro. ¿Por qué le había dado un libro así?
De todas maneras, Sarah le había dicho que apenas supiese algo de Vic, se lo diría.
Antes de quedarse dormida, con la ropa puesta y Blak a su lado, Lena vio caer una estrella fugaz desde la ventana.
''Basura espacial'', pensó. ''no tengo ganas de hacer la misma tontería de siempre y pedirte algo'', añadió.
''Pero ojalá Vic esté bien''.



La mañana siguiente, Lena no fue al instituto. Madrugó, como siempre. Se preparó para ir a clase y desayunó con su madre, como siempre. 
Y salió a la hora de siempre, pero en vez de ir a clase, volvió a ir a la biblioteca.
Dejó los libros en el mostrador, la bibliotecaria los recibió, le dio las gracias, y Lena fue a sentarse a la mesa más vacía que vio. No había casi nadie. Era lunes a primera hora.
Había averiguado sobre ese tal Rowan. Resultó que sí era el abuelo de Vic, y había muerto justo en el año en el cual dejó de escribir el libro. Había información sobre él y parte de su familia en internet, ya que escribía relatos para niños y tenía cierta fama en Irlanda.
El padre de Vic también había muerto joven, y se llamaba Víctor también, pero de Vic no había información, ni de la familia de Sarah, a pesar de que decían ser primos.
Lena habría dicho que se sentía como en una película, pero, una vez más, aquella realidad superaba a la ficción. Había leído mucho durante ese fin de semana de la reencarnación, las almas gemelas y afines y los lazos de amor como el hilo rojo del destino, y le parecía todo muy bonito, pero seguía teniendo interés en por qué el abuelo de Vic escribía sobre esas cosas y por qué ella debía tener ese libro.
Esa noche había soñado con él, como la noche en la que soñó con un chico con los ojos muy azules, y al día siguiente salió de su baño, secándose el pelo con la toalla azul.
-Perdona, ¿ese libro es tuyo o lo has cogido de la biblioteca?
Lena levantó la cabeza, y vio a un chico con el pelo oscuro y un jersey rojo que le tapaba hasta la nariz.
Sin hacerlo a propósito, dijo con tono egoísta:
-Es mío.
El chico soltó una carcajada y se quedó mirándola, sin saber muy bien qué decir.
-Entonces no se me ocurre otra cosa que pedírtelo a ti -le comentó, bajándose la cremallera de jersey hasta la altura de los hombros.
Sus ojos eran de un azul intenso, que se dejaba ver a través del flequillo negro y ondulado.
Y tenía una sonrisa enorme. Aunque solamente sonriera porque Lena no dejaba de mirarle.
-Me llamo Héctor, ¿y tú?
Lena le miró con curiosidad, aguantando, sin saber por qué, una sonrisa. No parecía ser muy alto, y llevaba una tabla de skate metida en la mochila, y un par de rastas colgaban desde arriba de su nuca.
Y bueno, los ojos... Tenía que ser una broma.
Pero no. Seguro que no. Al fin y al cabo... por algo Vic le había dado ese libro.

Gracias.

Siempre fui la típica pringada de la clase, a la que todos miraban mal o directamente ni miraban. Y eso, muchas veces no fue mi problema, sino problema de los demás, que se sentían tan insatisfechos consigo mismos que solamente encontraban consuelo riéndose de mi y de algunas otras personas que miraban a su alrededor, perdidos, sin saber qué habían hecho mal.
Yo me duchaba todos los días, -y lo sigo haciendo- pero les gustaba reírse de mi y de mi pelo, como si fuese lo más asqueroso que había. Bueno, yo sabía que a lo mejor no era guay o llamaba la atención positivamente, pero tampoco había nada malo en ello.
Cuando empecé a escribir en internet, -después de mudarme de página varias veces y llegar a esta- hace unos siete años, mi vida era eso. Madrugar, ir a clase, aguantar, volver a casa y hacer lo que me gustaba y creía que se me daba bien, hasta volver al día siguiente.
Esperaréis que diga que era una pesadilla, pero la verdad es que no. Tuve épocas malas, no voy a decir que no, pero... compensa.
Esta historia trataba de mi. Lena era yo. Una pobre chica perdida y humillada.
Necesitaba de alguna manera hacerme ver al mundo y que alguien me ayudase, aunque la verdad es que no esperaba mucha expectación, y nunca la he tenido. Pero esto aún así es mayor de la que nunca esperé.
Leí muchos comentarios que me daban las gracias por haber creado los personajes, sobre todo por Lena: 
''Lena es muy realista, es como somos la mayoría de las chicas''.
 La verdad es que me encantaba que dijerais cosas así de Vic -porque es increíble y todos lo sabemos-, pero de Lena, me dolía mucho. Lena era la parte más oscura, miedica e inocente de mi alma, ¿de verdad os gustaba y erais así? qué dolor.
No os critico, para nada. No deja de ser ''mi personaje'', lo que me duele es que exista en vosotros y que penséis que es normal.
Pero, un momento, estoy hablando de la Lena miedica del principio de la historia... Espero que os hayáis dado cuenta de que ella cambia mientras pasan los capítulos... más me vale que os hayáis dado cuenta, sino, de poco me ha servido escribir esto.
Sé que la historia no deja de ser un tanto extraña, a lo mejor hasta os disgusta cómo avanza, o este final, pero es lo que tengo metido en la cabeza desde que tenía doce o trece años, y por fin lo estoy dejando salir ahora. No os imagináis esta liberación que siento, es tanta que me está dejando vacía.
Sólo quería dar las gracias y compartir un poquito de mi yo actual y real, y decir que todavía queda un último capítulo, que esto no es una despedida en toda regla tampoco, porque seguiré subiendo en los otros dos blogs, y que gracias por haber llegado hasta aquí. Gracias por leer esto, y de verdad... No sé, todos y cada unos de vuestros comentarios y críticas me han ayudado tanto que seguramente, si hubiese faltado uno solo de ellos nada habría sido lo mismo.
Sé que esto no es una gran novela ni una obra de arte, pero me siento digna de escribir esto, explicándome, aclarando cosas, como si tuviese la suerte de publicar esto en libro. 
Y ojalá algún día pueda hacerlo.
Gracias.

Capítulo 18: Días de Enero.



El mar se alejaba tan poco a poco que era desesperante. Había dejado de llover, y eso también lo era. La lluvia siempre relajaba.
Lena había hablado con Sarah antes de irse, le había agradecido la invitación, y se había disculpado por no haber pasado más tiempo con ella, aunque supiera que, si lo hubiese hecho, habría sido ignorada la mayor parte del tiempo.
Se quedó un rato en el salón, desayunando con todos y hablando, y esperando a que Vic bajase para despedirse de él, aunque el simple hecho de pensarlo la hacía preferir que la tierra se la tragase viva. Pero Vic no bajó y eso no fue necesario.
Antes de irse, cuando la tía de Sarah estaba pitando con el coche en la puerta de casa para que todos subieran rápidamente y se dirigieran a la estación, Lena subió las escaleras hasta la que había sido su habitación para despertar a Vic y despedirse de él, pero Vic tampoco estaba ahí, ni en su habitación. Lena le buscó por los pasillos pero él no apareció.
Y ahí estaba ahora, en el autobús, sin saber si sentirse bien por no tener que haber pasado por el momento de la despedida o estúpida por la misma razón. 
Llevaba algo más de media hora de viaje y el mar acababa de desaparecer cuando alguien se sentó a su lado.
-¿Molesto? -preguntó Rubén.
Lena le respondió con una sonrisa, y se acomodó en el asiento, dejando ya de mirar por la ventana.
-Solo he venido a ver qué tal estabas -comentó el chico, haciendo una mueca.
Ella frunció el ceño.
-¿Cómo debería estar?
Rubén la miró de soslayo y dijo:
-Vamos, todos sabemos lo que tenías con Vic. ¿Quieres hablar? 
Lena suspiró y se encogió de hombros.
-No lo sé... ¿qué es lo que quieres saber?
Rubén se rió y negó con la cabeza. Sacó de su chaqueta un par de caramelos y le ofreció uno a Lena. Ella lo recibió.
-Solamente quería saber si estabas bien.
Hubo un largo momento de silencio en el que los dos miraban por la ventana. Estaban saliendo de Barcelona, había bastante tráfico esa mañana, el cielo estaba nublado y poco a poco, empezaba a chispear.
-Ni siquiera me he despedido de él -dijo Lena entonces.
Rubén notó por su voz que la chica estaba dolida, y no supo si profundizar en el tema o dejarlo estar, pero Lena siguió hablando: 
-Anoche estuvimos juntos, toda la noche. Y por primera vez en mi vida... me sentí tan bien... -suspiró, cada vez que recordaba cómo se había sentido la noche anterior, se le oprimía el pecho- Pero a la vez no podía parra de pensar en volver a lo mismo de siempre -Lena dirigió sus ojos hacia Rubén, él la miraba fijamente- Y aquí estamos.
-No pienses en eso -la tranquilizó Rubén- no lo pienses, ya está hecho. No te preocupes, era normal que te sintieras mal anoche pensando en que te tenías que marchar. Recuerda lo bueno, al fin y al cabo es lo único que importa. 
Lena suspiró. Miró a Rubén, que le sonreía. De alguna manera, supo que tenía razón y que ese consejo la iba a ayudar mucho en un futuro.
-Gracias -murmuró.
El chico se ruborizó y se encogió de hombros.
-¿Tienes ganas de volver a Madrid? -musitó Lena, mirando hacia la ventana otra vez.
Rubén dudó un momento, y luego dirigió su mirada a sus propias manos, que se entrelazaban, se separaban y volvían a entrelazar sus dedos.
-En realidad... en realidad no -respondió- Había conocido a alguien en Barcelona. A un chico -añadió.
Lena se estiró en el asiento y se acomodó, dispuesta a escuchar.
-Fue anoche -comenzó él- en la fiesta esa que dio Sarah. Pues... vinieron un grupo de británicos. Una amiga de Sarah tuvo un intercambio en el instituto y se trajo a algunos chicos que vinieron a pasar las fiestas en España -añadió, entre risas- y anoche yo me fijé en uno de ellos. Se llamaba James. Era alto, pelirrojo, y tenía los ojos verdes y brazos llenos de tatuajes. Fue verle, y pensar: ¿dónde has estado metido toda mi maldita vida? Era un auténtico amor, me trató genial, y bueno, después de una charla, subimos a mi habitación... estábamos muy borrachos, y no recuerdo muy bien qué pasó, pero creo que puedo asegurar que no pasó nada. Solamente sé que me he despertado esta mañana y él ya no estaba. 
Lena no dijo nada, siguió atenta, esperando que dijera algo más.
-En ese aspecto te entiendo -continuó entonces Rubén- sé lo que es... sentir que encajas con alguien y que de pronto la vida os separe y te quedes ahí, imaginando qué podría haber pasado -lanzó un suspiro y posó una mano sobre la rodilla de ella- pero bueno, lo tuyo es peor. Compartiste mucho más con Vic.
-Lo bueno, si es breve, dos veces bueno, dicen -musitó ella.
-¿Tú crees?
-Estoy segura.




Los días pasaron sin sobresaltos, sin noticias buenas ni malas, sin nada en especial para Lena salvo la llegada y el recibimiento de su madre.
Volvió al instituto cuando acabaron las vacaciones, una semana después de volver a Madrid, y volvió también a ver a Jorge y a Sheila por los pasillos. 
Los dos actuaban como si nada, cómo no. Pero eso respecto a ella, porque entre ellos nada volvió a ser lo mismo, nunca más se fueron juntos a la salida ni caminaron de la mano por los pasillos, por lo que parecía que la ruptura iba en serio y no era una tontería o un capricho de Sheila.
Lo que sorprendió a Lena el primer día fue la desaparición de Sarah. Sabía que su amiga pensaba quedarse en Barcelona hasta el último día de las vacaciones, pero no pensó que eso significaría faltar a clase el primer día. Aún así, le restó importancia al asunto pensando que iría al día siguiente.
Al acabar las clases, Lena siempre se quedaba la última porque no tenía prisa y recogía sus cosas con calma, mientras que sus compañeros salían en manada, como si se les fuese la vida en ello, cosa que Lena no había entendido en los casi seis años que llevaba en ese instituto. ¿A dónde iban con tanta prisa, si a los siguientes cinco minutos iban a tener clase en el aula de al lado?
Al salir del laboratorio y dirigirse hacia las escaleras, para marcharse a casa, vio que Sheila se encontraba al pie de éstas. Supuso que esperando a Sarah, lo que era totalmente inútil porque su amiga tampoco había aparecido ese día.
-Lena -la llamó Sheila, con una actitud segura, aunque parecía un tanto incómoda.
Ella se giró y se quedó, ahí, de pie, esperando a que Sheila dijera algo, sin acercarse ni hacer ninguna expresión.
Sheila puso los ojos en blanco y se acercó ella a Lena.
-Quería avisarte de que Sarah vuelve hoy. Ha tenido que quedarse un par de días más allí y bueno, el lunes ya vuelve a clase.
Lena no dijo nada simplemente asintió y le dio las gracias con una sonrisa. No supo si Sheila interpretó esa sonrisa como un agradecimiento, pero le dio lo mismo.





Esa tarde, la madre de Lena salió a trabajar. Tenía dos trabajos, era profesora particular y los viernes por la tarde-noche, camarera en un restaurante, por lo que Lena tenía todos los viernes la casa libre. Cualquier persona habría aprovechado para invitar a gente y montar un poco de alboroto, o para salir de fiesta sin que nadie se enterase de a qué hora había vuelto, pero a Lena directamente no se le había pasado por la cabeza dedicar los viernes a otra cosa que no fuera ver películas y comer hasta reventar. 
Fue a la biblioteca a coger algunas cosas que iba a necesitar ese fin de semana, y, al volver a casa, se encontró a Sarah sentada en la puerta. Su amiga gritó su nombre desde lejos, aún sabiendo de sobra que Lena ya la había visto.
-¿Sarah? -se preguntó extrañada Lena, en un susurro y para sí misma- ¿Qué haces aquí? -preguntó otra vez ella, pero ahora con una voz más audible.
-Siento no haberte avisado de que iba a tardar unos días, espero no haberte preocupado mucho.
Lena se encogió de hombros.
-Estoy sola en casa, si quieres pasar y ver Matrix...
-No -la interrumpió su amiga de golpe. Se disponía a meter la llave en la cerradura cuando Sarah la cogió del brazo- He venido para otra cosa.
Lena se giró, con gesto curioso en el rostro, mientras veía cómo la otra sacaba algo de un bolso rosa chillón que llevaba colgado del hombro y se lo tendía.
-Te lo olvidaste en Barcelona.






Lena entró a su casa después de despedirse de Sarah y olvidó por un momento la bolsa con chocolate y películas, dejándola tirada en la entrada, se acomodó en el sillón al lado de Blak, que la recibía con cariño, y sacó de la bolsa el libro que Sarah le había traído.
Se sentía terriblemente mal por haber olvidado algo así, aunque no recordaba en qué momento exactamente lo había dejado allí. Había metido todo en la mochila, incluyendo el CD de Secondhand Serenade que Vic le dio una noche.
No le preguntó a su amiga por el chico, y tampoco ella le habló de él, pero solamente esperaba que Vic no la odiase si se hubiese llegado a enterar de que ella había olvidado llevarse el libro que él le había regalado.
Lo acarició con la yema de los dedos. Recordaba haberlo abierto la misma noche que Vic se lo dio, lo había leído por encima y había creído que trataba de leyendas de Irlanda, o Escocia, o algo por el estilo, pero no era del todo así. A medida que empezó a leer, se dio cuenta de que el libro estaba escrito a mano, y encuadernado a mano también, seguramente. No había reparado en ello porque la caligrafía y las letras eran demasiado perfectas y estaba todo muy bien ordenado, parecía estar escrito a ordenador. Pero tenía algunos tachones entre palabra y palabra, y, al final de cada relato, había una fecha y una firma; Rowan P. Scofield. 
Lena se tumbó boca arriba en el sofá, fuera había empezado a llover, y la casa estaba en completo silencio salvo por la respiración de Blak y el sonido de las hojas del libro. Al llegar casi a la mitad del libro, después de casi una hora leyendo sin parar lo que parecía una especie de diario de vida del tal Rowan, Lena se encontró en la página ciento diecinueve. Las siguientes tres hojas estaban en blanco, y después la historia continuaba como si nada, pero era un relato totalmente a parte al que ella estaba leyendo antes:

''He leído que las almas gemelas pueden estar encarnadas en esta dimensión con nosotros o estar como guías nuestros en la otra dimensión, dándonos valor y ayudándonos, que nuestras almas gemelas nos conocen bien y comparten con nosotros muchas experiencias intensas y/o que nos acercan sentimental y emocionalmente, y que el amor a primera vista puede reflejar una intensa sensación de intimidad que puede indicar que nos hemos encontrado con alguien a quien hemos amado en alguna vida pasada. 
Y puedo decir que sé, que esto tiene algo de cierto. He manifestado esas sensaciones, conocer a alguien y saber que la has conocido en una vida anterior. Y después de varias experiencias que yo creo reales, puedo decir que solamente podemos ser reconocidos por nuestros ojos, y nuestra forma de mirar.
Sé que no somos cuerpos que una vez estuvimos unidos y fuimos castigados y separados, que no surgimos de ninguna idea religiosa ni que todos estamos destinados solamente a una persona. Solamente sé que, de entre tantas personas que existen, han existido y han amado, si hemos vuelto a nacer es para volver a encontrarnos unos con otros. 
No se puede amar sin más, ''a primera vista'', a alguien a quien nunca has conocido.
De ahí la importancia de mirarnos a los ojos''



                                                                                        Rowan P. Scofield.    1978


jueves, 1 de enero de 2015

Capítulo 17: Magia.




Esa noche fue fantástica y melancólica. Fue la noche más bonita y triste que Lena jamás había vivido.
Vic y ella se marcharon de allí, no volvieron a casa de Sarah hasta la madrugada, y caminaron con paso tranquilo y manos entrelazadas por una Barcelona empapada por la lluvia y la magia del nuevo año.
Las calles estaban desiertas, pero dentro de los bares se oía música.
-Esta noche haremos lo que tú quieras -le había dicho él. 
Los ojos de Vic brillaban, y ella tuvo ganas de pedirle mirarlos hasta que se marchase al día siguiente, pero, en cambio, le dijo a Vic que le llevase a su lugar favorito en el mundo. La verdad es que Vic no dudó un momento, y ambos caminaron fuera de la zona de bares hacia una playa, donde la gente se reunía en grupos y montaba sus propias fiestas.
-Este ambiente me hace sentir como en casa -comentó Vic, con una sonrisa en los labios.
Y Lena, sin saber por qué, también se sintió engatusada por el lugar, y de alguna manera se le hizo familiar.
Los momentos más mágicos de nuestra vida son los que vivimos mientras sabemos que jamás volveremos a vivir. Esos instantes en los que piensas: ''esto es asombroso, se lo tengo que contar a todo el mundo porque seguro que les gustaría haberlo visto''. 
Pues esa noche fue así. Fue un continuo pensar: ''esto no lo había visto nunca y es increíble", y es tan triste y tan bonito a la par, que hace magia.
Lena esa noche conoció a mucha gente que nunca más volvería a ver, pero que esa madrugada le había regalado un momento inolvidable. Pasadas las dos de la mañana, cuando empezaba a hacer demasiado frío como para festejar en la calle, una chica que se llamaba Yasmin les llevó a ella y a Vic a una bodega en la que ponían música de los ochenta, y así Lena hizo realidad su sueño de bailar las canciones de Grease en una sala llena de gente, aunque apenas supiera bailar y se llevase más empujones que otra cosa. A ambos les dolían los pies mientras volvían a casa, y estaban tan agotados que apenas querían caminar.
Al llegar, se encontraron con la puerta abierta, dentro aún estaban Sarah y un par de chicas dormidas en los sofás, el suelo del salón lleno de confeti y vasos vacíos, y la radio bajita. 
Los dos subieron a hurtadillas al piso de arriba y Lena entró a su habitación, se quitó las zapatillas y se tiró en la cama.
-Estoy agotada -musitó la chica. 
Vic soltó un largo suspiro desde la puerta de la habitación, y dijo:
-Ha sido una noche genial, Lena. Aunque... -añadió- siento haberte entretenido. Sé que mañana tienes que madrugar.
Lena sintió un peso en el pecho cuando Vic dijo eso, se sentó en la cama, y se quitó la chaqueta.
-Lo único malo que me llevo de todo esto es que, con todo lo que hemos hecho, no me ha dado tiempo para leer el libro que me dejaste...
Lena se encogió de hombros con una sonrisa y él negó con la cabeza y sonrió también. Lena había perdido la cuenta de las veces en las que Vic le había regalado una de sus maravillosas sonrisas esa noche.
-Te lo tienes que llevar -susurró Vic- es un regalo de cumpleaños. 
Lena suspiró casi imperceptiblemente. 
-Muchas gracias -respondió.
El chico la miró de arriba a abajo, por dentro y por fuera, como si fuera la última vez en su vida que la iba a ver, le hizo una reverencia y le dedicó una tierna sonrisa antes de posar una mano sobre el pomo de la puerta.
-Buenas noches, Lena.
Pero antes de que le diese tiempo a hacer cualquier otro movimiento, ella le llamó: 
-Vic.
Y él se detuvo, y la miró. Y la luz iluminaba solamente el trozo de su cara en la que estaban colocados sus ojos azul mar. 
-Quédate conmigo esta noche -susurró Lena, y sus mejillas ardieron, pero él no se dio cuenta- Por favor.
Vic se quedó un rato contemplándola como un artista contempla a su musa antes de cerrar la puerta y caminar hacia ella, como si fuera la última vez.
Lena se dejó querer y se refugió en él, en su calor, y con cada beso, los abrazos se hacían más fuertes, ellos se sentían más cerca el uno del otro, y cuando llegó el momento en el que los labios les temblaban y suspiraban, Vic se sentó en la cama, frente a ella, y cogiendo su rostro entre las manos, susurró:
-Te quiero muchísimo, Lena.
Y ella le miró, ahí, sentado frente a ella, con su camiseta negra que le hacía verse más pálido aún, el pelo revuelto y los ojos brillantes, y sintió que querría a ese chico estuviera donde estuviese y que estaría eternamente enamorada de esa imagen. De él, frente a ella, con su pelo, con sus ojos...
-Yo también, Vic -respondió- Yo también.




La mañana siguiente Lena despertó entre los brazos del chico de los ojos azules. Tal y como se habían dormido: del revés, con los pies en la cabecera de la cama, el pelo revuelto y arropados solamente con la manta de Lena y sus cuerpos entrelazados.
Pero no fue como la primera vez, cuando ella abrió los ojos y vio a Vic ya despierto, mirándola; esta vez Vic estaba completamente dormido, ningún movimiento que hizo ella fue capaz de despertarle, y entonces Lena, ahí sentada al borde de la cama con la luz de la mañana bañando la habitación, mientras él dormía tranquila y plácidamente, le miró, apartó el pelo de su cara, y con una sonrisa en sus labios y los ojos húmedos, cogió sus cosas, las acabó de meter en la maleta, y salió de esa habitación en silencio.

martes, 30 de diciembre de 2014

Capítulo 16: Fin de año.



Vic chocó con Rubén cuando subía las escaleras, y el vaso que llevaba éste en la mano se derramó sobre su bonita camisa blanca.
-Mierda -murmuró Vic- Perdona, en serio...
Rubén miró su camisa y se encogió de hombros, con una sonrisa.
-No estaba del todo seguro al ponerme esta, -comentó- así que ya me has aclarado las dudas.
Rubén se reía, pero Vic suspiró pesadamente y se llevó las manos a la cabeza.
-En serio, no pasa nada, chic...
-¿Has visto a Lena? -le interrumpió Vic.
Rubén se agachó para recoger el vaso que había caído al suelo cuando habían chocado Vic y él, y le dijo:
-No, arriba no hay nadie. Si no está en el salón...
Vic apretó los labios y se devolvió por donde había venido.
-¿Ha pasado algo? -preguntó Rubén mientras Vic bajaba al salón, por lo que no pudo oírle.


                                                                           


-Yo estoy con Rosario y su familia -dijo una suave voz al otro lado del teléfono- Y he traído a Blak también para que no pasara él solo el mal trago de los fuegos artificiales. ¿Tú con quién estás? Ya quedan poco menos de quince minutos.
Lena suspiró y se cerró la chaqueta hasta el cuello con su mano libre. Había empezado a caminar sin rumbo, dirección al centro, todas las calles estaban en silencio y el ambiente le parecía acogedor.
-Estoy sola -dijo. Y por más que intentó que su voz sonase natural, se odió a sí misma cuando se le quebró- He salido un rato, Sarah está haciendo otra fiesta en casa... y dentro no podía hablar.
Hubo un rato de silencio al otro lado de la línea. Se oyó a la madre de Lena suspirar.
-¿Qué te pasa, cielo?
La chica sonrió y soltó un pequeño gruñido.
-No me llames así -susurró- Y no me pasa nada, simplemente no soporto las fiestas.
-Bueno, mi vida, me están llamando para que vaya al salón, que van a sonar las campanadas -añadió- Ve a casa tú también y anímate.
Lena sonrió. Acababa de llegar a una esquina justo cuando le colgó el teléfono a su madre, vio a unos chicos bebiendo en un banco, y todos ellos se quedaron mirándola.
-Buenas noches -saludó uno.
Lena se fijó en su gorra y aquellos ojos verdes que asomaban bajo su pelo oscuro, y reparó en que era Jorge.
Simplemente apartó la mirada, y siguió andando sin saber muy bien hacia dónde iba. Escuchó los murmullos de los chicos y algunos comentarios por lo bajo, y deseó ardientemente poder estar en su casa y abrazar a su madre y a su perro Blak, y no volver a irse de allí nunca más si no era con ellos. Había querido hacer ese pequeño viaje para despejarse, para olvidar, para saber lo que era estar sola y conocer gente nueva, y había pensado que, a pesar de los malos momentos que pudieron haber, había estado bien.
Y había estado bien porque había conocido a Vic, nada más. Por eso le dolía increíblemente que se hubiese atrevido a besar a esa chica delante de ella, aunque no fuesen nada y no hubiese nada entre ellos, ¿no podía esperar a la noche siguiente, cuando ella no estuviese? ¿No podía esperar a que se marchase para no volver nunca más, y así tener que ahorrarle ese mal momento? 
Aunque quizás Vic no había pensado que a ella podría molestarle algo así. A lo mejor ni siquiera había barajado esa idea porque ellos, sencillamente, eran dos desconocidos que se habían visto por primera vez hacía seis o siete días y habían compartido recuerdos y palabras que, como todo, se borrarían con el tiempo.
Pero a Lena no le dolía pensar todo aquello. El peso que sentía en el pecho no estaba ocasionado por el dolor, sino por la decepción.
-¡Eh, Lena! -oyó a sus espaldas. Era la voz de Jorge.
Tuvo ganas de girarse, pero seguramente estaba borracho y no tenía ganas de lidiar con él.
-¡Lena! -volvió a gritar Jorge, y sus amigos empezaron a llamarla también- ¡Lena! ¿estás sorda?
Lena se giró, enfadada y con la mandíbula tensa, y vio a Vic doblar la esquina y aparecer al lado del banco y de los chicos que la llamaban, y sus piernas inmediatamente hicieron el ademán de moverse, de huir de allí, y se sintió más furiosa aún.
Jorge les miró a ambos y no volvió a decir nada, se levantó del banco junto a los dos chicos y caminaron en dirección a la casa de Sarah. Ya iba a ser medianoche.
Vic se quedó un rato en la esquina,  con las manos sobre las rodillas, recobrando la respiración, pero la chica se giró y continuó su camino tranquilamente. En el fondo estaba tranquila porque él estuviese ahí, con ella, y no con la otra chica en esa fiesta, pero por otro lado sentía que algo se revolvía en su pecho.
-Lena, espera -exclamó Vic, mientras la alcanzaba, y se puso delante de ella para que no continuase andando.
Pero Lena ya se había detenido antes de que él se interpusiera en su camino, y le miraba con los brazos cruzados y el rostro serio, sin ninguna expresión. Vic le sonrió, y ella no supo si alegrarse o si enfadarse porque simplemente le sonriera después de lo que había pasado.
-Lo que ha pasado en casa con esa chica... -empezó Vic, cambiando de expresión y volviendo el gesto serio- lo siento, no quería...
-Da lo mismo -le interrumpió Lena. Aunque no diese lo mismo, ablandó un poco el gesto- No somos nada, Víctor. No tienes que disculparte, mañana y no tienes que darme ninguna expli...
-Estás mintiendo -la interrumpió él. Estaba serio, pero sus ojos sonreían- Deja de mentirte a ti misma.
La chica se quedó mirándole con los ojos abiertos como platos, pero no dijo nada. Solamente se cruzó de brazos con más fuerza.
-Sé que estos días para ti han significado algo. Sé que cuando llegues a casa te vas a arrepentir de las cosas que no dijiste... Te pasa siempre, Lena -sentenció Vic- Sé que te importan muchas cosas que ni tú misma sabes que te importan hasta que pasan los meses y te das cuenta de que las has perdido.
Una gota de agua cayó sobre la nariz de ella, y poco a poco las voces de los chicos del banco se alejaron con el sonido de la lluvia. Lena seguía ahí, callada, intentando convencerse a sí misma de que todo lo que había dicho Vic no era verdad, pero no podía. Y tenía unas ganas increíbles de llorar, pero tampoco podía.
-¿Entonces qué quieres que haga? -dijo por fin, y a medida que hablaba empezó a gritar sin siquiera darse cuenta- ¿Quieres que te diga que sí me ha molestado verte con esa chica? Pues vale, me ha molestado. Me ha molestado porque llevamos todos estos días juntos como una... como una pareja o algo así, no tengo ni idea porque nunca la he tenido, pero siempre he pensado que cuando encuentre a alguien con quien compartir mi vida quiero que sea algo parecido a lo que nosotros hemos tenido. -exclamó mientras sus mejillas se teñían de color- Y por eso me he hecho ilusiones y llevo desde el día en que nos besamos pensando en qué va a pasar con nosotros. Llevo desde ese momento sintiéndome estúpida por estar colgada de un chico al que conozco desde hace tan sólo días, y muy asustada porque nunca antes me había pasado algo así -tomó aire, hinchando su pecho, y sintió cómo sus manos y su cara se mojaban con las gotas de la lluvia y los pies se le congelaban, y miró a Vic, frente a ella, y vio su colgante de hada colgando de su cuello- Tengo miedo. No quiero volver a lo mismo de siempre y separarme de ti, pero de lo que más tengo miedo es de que a ti no te pase lo mismo.
Los dos se quedaron en silencio. Solamente caía la lluvia y se oía el mar agitado a lo lejos. Muy a lo lejos. 
Los ojos de Lena estaban fijos en el colgante de Vic. Las manos le temblaban. Ella sabía, muy en el fondo, que lo que estaba sintiendo en ese momento no lo iba a volver a sentir nunca más, independientemente de lo que Vic respondiese, de que lo pasara con ellos y de los días, meses y años que transcurrieran a partir de ese momento, así que cerró los ojos y se concentró en los acelerados latidos de su corazón y en el sentimiento de libertad que la invadía. Se concentró en el hecho de saber que no se iba a arrepentir por haberse quedado callada, y que nunca más iba a pensar qué hubiese pasado si ella hubiese sido más valiente.
La lluvia empezó a caer con más fuerza y Lena miró a Vic a los ojos. Él también la miraba a ella.
-Eso es justo lo que necesitaba que dijeras -respondió él. 
Se inclinó para cogerla en brazos y levantarla con un abrazo, como la primera vez que se besaron, y ella se aferró a su cuello y respiró profundamente su aroma, como si nunca más, en la vida fuese a estar pegada a él y su olor fuese la última brisa que recorriera el mundo.  Sentía que ella era la única persona que tenía ese privilegio, y se aprovechó de él al máximo.
-Feliz año nuevo, Lena -musitó él- Y feliz vida.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Capítulo 15: Palabras mudas, muertas.



Estaba segura de que despertar y ver solamente los ojos de Vic entre las sábanas era una de las cosas más bonitas que había visto nada más levantarse, y en ese momento se dio cuenta de que sus pensamientos últimamente eran más cursis de lo normal, pero todo valía la pena si le hacía sentir algo en el pecho.
-Buenos días, copo de nieve, hoy estás más blanca que ayer -susurró él, mientras se levantaba de la cama y cogía una taza de encima de la mesa para tendérsela a Lena.
Ella se tapó hasta los ojos con la manta, y extendió el brazo para coger la taza. Vic la miró extrañado, pero no dijo nada.
-Gracias -dijo ella. Y al ver que Vic no apartaba la mirada, se quitó de encima las sábanas y explicó-: No me gusta que me miren cuando me acabo de despertar. 
Él puso los ojos en blanco.
-Llevo fijándome en lo horrible que estás un buen rato -dijo Vic, encogiéndose de hombros- yo no me preocuparía.
Lena se sonrojó y apartó la mirada.
-¿Cuánto rato llevas despierto?
-No mucho -respondió él, sentándose en la cama- Desde que Sarah ha venido histérica a mi habitación preguntando dónde estabas.
Lena casi se había atragantado con el chocolate caliente al imaginarse la cara de Sarah al verla a ella en la cama de Vic. Sarah era una chismosa, seguro que iba a sacar sus conclusiones y se lo contaría a todo el mundo. 
Vic la miraba seriamente. Y como si leyese su mente, dijo: 
-No te preocupes, le he dicho la verdad, que no ha pasado nada, que te quedaste dormida aquí anoche, así que me fui a dormir yo a la habitación de al lado.
Lena suspiró y se acercó al borde de la cama, dejó la taza sobre la mesa y miró a Vic directamente a los ojos, y aunque pareciese que no, eso no lo hacía muchas veces. Esa mañana estaba más guapo que de costumbre, con el rostro amable pero serio, y con los ojos bien vestidos de azul.
-Perdona -susurró- Aunque la verdad es que me dormí por tu culpa, eres demasiado cómodo.


                                                                                  

Ese día era el último, y Sarah estaba realmente agobiada. Lena recordaba a su amiga pidiendo ayuda constantemente, según ella esa fiesta iba a ser la mejor, pero Lena sabía que iba a intentar imitar otra vez a una típica fiesta norteamericana en su casa super grande, y sabía que no iba a ser nada del otro mundo, por eso agradeció en silencio tener a Vic a su disposición para escaparse de allí apenas les fuera posible.  




La noche llegó rápido, y el ruido de los vasos y la música inundó todas las habitaciones de la casa. A Lena le consoló el hecho de que la familia de Sarah también estuviese allí, eso quería decir que la noche no se le iría mucho de las manos y era algo que agradecer. 
Buscaba con la mirada a Vic cada vez que tenía oportunidad, ella estaba con las amigas de Sarah a un lado del salón, y Vic apoyado en la pared al lado de las escaleras, mirándola con un vaso en las manos y una sonrisa en los labios.
Lena no entendía por qué llevaba ahí tanto rato mirando pero no se acercaba, ella no estaba haciendo nada en especial, por lo que si se acercaba a ellas, no interrumpiría ninguna conversación porque, a pesar de estar sentada con gente, estaba aislada. Aunque podía sentirse orgullosa de no sentirse mal, como siempre. Ahora que Vic la miraba, un cómodo calor le hacía cosquillas en el estómago.
Jorge bajó por las escaleras, y sus miradas se cruzaron, pero la de él era indiferente, completamente, y la apartó casi enseguida. Iba vestido con ropa ancha, esa noche no se había arreglado, pero aún así estaba tan guapo y distante como siempre. 
Lena suspiró sin querer, y en seguida deseó que Vic no la hubiese visto, pero dirigió la vista hacia el pie de las escaleras y allí no había nadie.
Miró a su izquierda, y tampoco encontró los ojos de Vic, ni pudo distinguir su oscura vestimenta entre la gente. Sintió cómo algo se revolvía en su estómago.
Los últimos días que había pasado con Vic habían sido los mejores, jamás antes había llegado a tal punto de confianza con nadie, ni había hablado con alguien hasta quedarse dormida como había ocurrido con Vic la noche anterior, ni había compartido canciones y recuerdos, nunca. Pero a pesar de eso, muy en el fondo, sentía que algo no iba del todo bien. A veces pensaba que habían surgido demasiados momentos en muy poco tiempo, y que su corazón no soportaría despedirse de esas pequeñas vacaciones cuando se marchase de ahí. Tal vez ese miedo la hacía sentirse de aquella manera.
Una voz interrumpió sus pensamientos, y Lena empezó a prestar atención a la conversación para darse cuenta de que las chicas con las que estaba sentada, amigas de Sarah, hablaban de él.
-Sí, el que llevaba todo el rato ahí apoyado, en la pared -afirmó una chica alta y morena, que sonreía triunfante- Es el primo de Sarah. Cuando vine la otra noche me fijé en él.
Todas las demás chicas aprobaron con la cabeza y algunas admitieron haberse fijado en él también, todas, menos Lena, que buscó con la mirada a Sarah, pero ella no estaba ahí. Tal vez, si hubiese estado, habría mencionado que Vic tenía ''algo'' con Lena y la otra chica no habría hecho nada. Pero Sarah no estaba allí, y Lena no pudo abrir la boca.
La chica alta y morena se bebió de un trago lo que tenía en su vaso, se levantó del asiento, y Lena pudo ver mejor el bonito vestido verde de encaje, prácticamente transparente, que llevaba, y ahí se quedó, quieta como una piedra contemplando cómo cruzaba el salón con paso firme.


                                                                           

Vic salió de la cocina y miró a la gente. Nadie parecía emocionado porque dentro de poco fuesen a sonar las campanadas de fin de año, y por la decoración, parecía que seguían celebrando la Navidad
Vio a Lena entre la gente y se dio cuenta de que ella le miraba fijamente, y cuando se dispuso a caminar hacia ella, una chica se situó frente a él, extendiéndole un vaso y sonriendo.
Vic frunció el ceño y dijo:
-No bebo, gracias.
Ella ladeó la cabeza y sonrió con ternura. Dejó el vaso sobre la mesa más cercana y se colocó bien el vestido. Vic continuaba mirando, esperando a que dijese algo.
-En realidad yo tampoco bebo -sonrió ella.- Sólo intentaba ser amable.
Vic le sonrió y se dispuso a seguir andando, pero ella apoyó una mano sobre su pecho y se situó frente a él.
-Eres primo de Sarah, ¿no?
El chico asintió y, sin quererlo, miró detrás de ella y se encontró con los ojos de Lena otra vez, pero ella apartó la mirada.
-Es una de mis mejores amigas, y bueno, me ha hablado mucho de ti -decía la chica, entre sonrisas- me preguntaba si eras de aquí.
Vic entrecerró los ojos y sonrió.
-¿No te había hablado Sarah mucho de mi? Supongo que te lo habría dicho.
Ella titubeó un momento.
-No, bueno... sí, pero hay cosas que prefiero que me cuentes tú -respondió mientras apoyaba su mano libre en el hombro del chico.
Él la miró durante un momento, preguntándose seriamente qué pretendía esa chica hacer, y como respuesta ella se puso de puntillas, le sujetó de la nuca con su mano libre y le besó. 
Vic sacó las manos de sus bolsillos y la empujó hacia atrás suavemente, pero ella pasó el otro brazo alrededor de su cuello y le atrajo más hacia sí. El chico se puso tenso, sintió su cuerpo pegado al de ella, apartó el brazo de la chica de su cuello, y con un rápido movimiento se separó de ella. Ella hizo una pregunta, pero él no la escuchó, miró hacia el suelo, respirando profundamente, y se alejó.
Se dio cuenta unos minutos después de que Lena ya no estaba en el salón.

lunes, 18 de agosto de 2014

Capítulo 14: El hada y el nudo.



Esa noche Lena tampoco pudo dormir. La luz no volvió hasta la mañana siguiente, y despertó gracias a la de su mesita de noche, que se habría dejado encendida sin querer, y cuando había vuelto la electricidad, se habría encendido sola.
Vic tampoco estaba allí esa mañana, las persianas estaban levantadas y las cortinas dejaban ver la ventana, como lo había dejado ella la noche anterior. 
A Lena se le empezaba a hacer extraño pasar el rato sin Vic, y por eso la mañana transcurrió de manera aburrida, no salió apenas de su cuarto, y estuvo mirando el ordenador y dedicándose un poco de tiempo a sí misma. Llamó a su madre otra vez, la mujer estaba algo deprimida, pero bien. Lena se arrepintió de haberla dejado sola después de Navidad.
Era difícil para su madre estar sola, más aún en la situación en la que estaban... en la situación que habían estado siempre. Desde que el padre de Lena murió, cuando ella era una niña, su madre había cortado lazos con toda la familia y se había aislado en su propio dolor. Tanto que ya ni siquiera Lena hacía nada para ayudarla e intentar que saliera de ese agujero. Su madre decía que era un duelo que debía llevar ella sola y que no quería que nadie la molestase.
Tal vez Lena fuese tan parecida a su madre que no se daba ni cuenta. Tal vez le gustaba estar sola porque era lo que su madre le había metido en la cabeza desde que era una niña.
Lena acababa de colgar el teléfono cuando alguien llamó a su puerta. Y no necesitó pensar más de dos segundos para saber quién era.
-Hola -saludó él, sin moverse apenas de donde estaba.
Ella le hizo un gesto para que entrase, y Vic entró y apoyó la espalda en la puerta cerrada.
-¿Qué tal? -preguntó Lena, dejando el móvil en el suelo.
Vic la miró con una sonrisa y no dijo nada, se dedicó a mirarla en silencio y sonreír. Para ella fue tan incómodamente precioso aquel momento, que tuvo que levantarse a coger un libro que estaba sobre su mesita de noche y fingir estar ocupadísima buscando algo entre sus páginas.
Entonces Vic sacó algo de detrás de su espalda, y se lo tendió. Lena levantó la cabeza y pudo ver un libro en el que ponía: ''Draíochta''. Era rojo, con letras doradas.
Olía a libro antiguo.
-Lo acabo de encontrar ahora, entre las cosas que guardaba en la caja de mi habitación -le explicó Vic- como sabía que te gustaba leer...
Lena lo cogió entre sus manos y frunció el ceño.
-Es muy extenso -dijo- no me va a dar tiempo a...
Justo antes de acabar la frase, miró a Vic, y una vez le hubo mirado se le hizo difícil continuar hablando.
-Si no te lo acabas en estos días -le había dicho él- puedes quedártelo como un regalo.


                                                                  



Se podría decir que ese día también lo pasaron entero juntos. Ya solamente quedaba uno, y Lena se iría.  
Fueron con Sarah a dar una vuelta a una feria que habían puesto en la playa. Lena se alegró de que, por fin, Sarah le dedicase algo de tiempo y dejase un poco de lado a Sheila.
Ese día no hacía mucho frío y el sol salió un poco de entre las nubes. No se habían alejado mucho de la casa cuando Sarah decidió marcharse porque tenía frío, les dijo que luego volvería, pero Lena pensó que no iba a volver, que se había marchado para dejarla a solas con Vic. O tal vez simplemente se aburría y tenía frío. Lena no tenía ni idea ni la tendría nunca si se trataba de Sarah.
Iban pasando por una tienda de campaña montada malamente, cuando una mujer les llamó; una mujer bajita y regordeta, de no más de cuarenta años con el pelo trenzado.
Vic miró a Lena de reojo, como preguntándole: ''¿nos llama a nosotros?'', y al ver ese gesto de Vic, la señora asintió y les volvió a llamar con la mano.
Los dos se acercaron lentamente, mirando el pequeño puesto de la señora, que apestaba a incienso y tenía artilugios de cuerda y metal colgando por todo el techo como amuletos, amuletos gigantes. Lena pensó que parecía una tienda a la que los caballeros de la edad media acudirían para comprar un amuleto que les mantuviese a salvo hasta llegar a su casa.
-Buen día -saludó la mujer. Y acto seguido hizo un gesto con sus manos, enseñándoles todo tipo de pulseras y collares que tenía encima de la mesa.
-Ah, no -dijo Lena, negando con la cabeza- No teníamos pensado comprar nada, sólo estábamos miran...
-No, comprar no -le interrumpió la señora, con una sonrisa.- Es un regalo.
Lena miró a Vic con el ceño fruncido. No podía regalarles algo de su tienda sin más, sin conocerles de nada.  Además... ¿qué interés iban a tener ella y Vic en esas cosas tan raras?
Vic se disponía a decir algo cuando la mujer les hizo un gesto de silencio, se agachó bajo la mesa y se puso a buscar algo en unos cajones de madera.
-No entiendo de qué va esto -le dijo ella- ¿La conoces?
Vic negó, pero parecía divertirle la situación.
La señora volvió a ponerse en pie y les tendió unas pequeñas bolsitas de papel marrón a ambos. Primero una a Lena y luego otra a Vic, y les dijo:
-Buena suerte.
Los chicos dieron las gracias, se marcharon lejos de la feria, y Vic decidió sentarse en un sitio apartado, muy cerca del agua y de las grandes rocas de la orilla.
Lena se sentó a su lado, sin saber muy bien qué hacer, le miró fijamente, esperando a que él dijese o hiciese algo, pero no se movió.
-Te gusta sentarte en lugares extraños -comentó ella.
Vic sonrió.
-No compares un trozo de roca a nuestro árbol del parque de la Ciudadela...
Lena sintió mariposas en el estómago cuando oyó que Vic dijo ''nuestro árbol''
-Te voy a echar de menos -dijo Vic, antes de que Lena tuviese tiempo de volver a hablar.
Y otra vez las mariposas, pero esta vez más muertas. Nunca se había sentido tan triste y feliz a la vez al oír unas palabras.
Vic se giró hacia ella, y vio su cara seria y sus ojos tristes, y la rodeó con un brazo, atrayendo su cuerpo hacia el suyo, y fue tan mágico y destructivo sentir su calor, que Lena no pudo evitar cerrar los ojos.
-Yo también -susurró ella.
Coló sus brazos por dentro de la chaqueta de Vic, y le abrazó con más fuerza que la noche anterior. No hacía frío allí dentro.
-Pero no pensemos en eso -oyó decir a Vic, mientras le acariciaba la cabeza- todavía quedan un par de días.
De haberle estado mirando, Lena le habría dirigido una mirada acusadora, era él quien siempre intentaba sacar ese tema de conversación, no ella.
-Por cierto, -dijo Vic otra vez, separándose de ella- ¿has abierto el regalo de la señora de la tienda?
Lo habían olvidado por completo, y los dos sacaron a la vez de sus bolsillos la pequeña bolsa de papel marrón, y al abrirla, dos collares con un amuleto de metal se presentaron frente a ellos. Los dos distintos.
Vic cogió el suyo entre sus dedos.
-Es un hada -le dijo a Lena mientras se lo enseñaba.
-Un hada sentada sobre la luna -exclamó ella, cogiéndolo entre sus dedos- Es precioso. 
-¿Tendrá algún significado? -preguntó Vic.
Lena puso los ojos en blanco.
-Es un hada. Claro que lo tiene. -contestó- El elemento aire, regido por las hadas, los silfos y las sílfides, simboliza el movimiento y los cambios, eso significa. 
Vic la miraba con los ojos como platos. Ella seguía hablando.
-Es raro, porque he leído el significado de los seres del aire, pero nunca había encontrado nada sobre lo que significa en concreto un hada sentada sobre la luna.
-¿En serio sabes sobre estas cosas?
-Pues sí -contestó ella, a la defensiva- Te parecerá raro, pero me... me interesa mucho e investigo en internet y en la biblioteca -comentó, devolviendo a Vic el colgante.
Vic se alejó un poco de ella para mirar bien el colgante que sostenía Lena en sus manos, y cuando lo vio bien, lo cogió entre sus dedos, y musitó:
-Es un nudo celta del amor eterno.
Lena levantó la cabeza para mirarle.
-Y luego soy yo la rarita.
Vic se rió.
-Una vez me compré uno en Gales, en un mercado medieval, cuando era pequeño -le contó Vic- El anciano que llevaba la tienda, me dijo que era el único colgante que no sabía de dónde había salido ni qué historia tenía, pero que sabía que simbolizaba la unión entre dos almas y tal vez eso fuese motivo suficiente para llevarlo siempre conmigo. Y me lo llevé.
Lena no dijo nada, simplemente sonrió. Se imaginó a Vic de niño, con sus ojos azules y su pelo cobrizo más claro y revuelto, y no pudo evitar sonreír.
-¿Fuiste a Gales? -le preguntó.
-Vivía allí -respondió él- De hecho, nací allí.
-Tiene que ser precioso -comentó ella, con una sonrisa.
Vic cogió el colgante y se lo guardó en el bolsillo.
-Allí se habla mucho de mitología -le dijo a Lena- te gustaría.
Y volvió a pasar el tiempo, el sol volvió a prepararse para esconderse en el horizonte, y ellos seguían hablando, como si no hubiesen pasado más de cinco minutos y no tuviesen ninguna prisa. Había empezado a hacer frío y tenían hambre, solamente por eso optaron por irse a casa.
Al llegar allí, se encontraron con Sarah y Nicole en el salón.
-¡Lena! -exclamó su amiga- ¿A que no sabes lo que ha pasado?
A Lena no le dio tiempo a responder antes de que Sarah se plantase frente a ella y le diese un gran abrazo. Vic miró a su prima intentando comprobar si estaba borracha o no.
-¡Mi tía me deja hacer una fiesta mañana!
Lena se zafó del abrazo y la miró, extrañada.
-¿Pero, no te había dicho que no quería más fiestas?
-Lo sé -la interrumpió su amiga- Pero en fin de Año, es algo necesario.






                                                                               
-Que Sarah haya mencionado que mañana se acaba el año, me ha hecho recordar que al día siguiente debo marcharme -le dijo Lena a Vic, sentada en la cama de su habitación mientras escuchaban Led Zeppelin.
Ya habían acostumbrado a irse a la habitación de alguno de los dos después de cenar, y antes de cenar, y después de comer, y antes de comer...
-Lo sé -respondió Vic, dejando a un lado el cómic que estaba leyendo y sentándose en la cama, al lado de Lena- me he fijado en tu manera de mirarla.
-¿La he mirado mal? -preguntó Lena.
Vic se rió. 
-No, tú nunca miras mal a nadie. Miras triste, simplemente.
La chica meditó sobre eso durante unos segundos. ''Mirar triste''. Sonaba tan real que la ponía triste.
Ya era de noche, la noche inmensa y oscura se había posado sobre ellos otra vez, y la tenue luz de la calle se filtraba a través de la ventana. La luz de la mesita de noche de Vic no iluminaba casi nada. Él la miró, llevaba el colgante del Nudo celta sobre el pecho, el pelo negro revuelto y la cara blanca como la nieve. Siempre tenía la misma nieve en su cara y la misma sangre sobre los labios, y se dio cuenta de que era tan preciosa como inquietante.
Y eso era precisamente lo que ella opinaba de él también. La atraía tanto como la inquietaba.
-Supongo que si eres Galés, tienes apellidos de allí, ¿no?
Vic la miró con el ceño fruncido y se dejó caer en la cama, de espaldas. Lena se giró para mirarle.
-¿A qué viene esa pregunta? -musitó el chico.
Lena se sentó con las piernas dobladas más o menos a la altura de Vic, yescondió las manos en las mangas de la sudadera.
-A que me interesa Gales. Me gusta Europa, me parece mucho más interesante que América.
Vic hizo una mueca, mirando al techo, y cruzó los brazos detrás de su nuca.
-No es para tanto, Gales era tan tranquilo que me aburría. Y eso que era un crío y me 
divertía solamente con ver una mariposa volando.
Ella le miraba, miraba la manera que tenía él de mirar, con su vista perdida en alguna parte del techo de la habitación, y ya no se le hacía tan incómodo como antes el estar tan cerca de él. Es más, estaba segura de que lo iba a echar mucho de menos cuando se fuese.
Solamente pensar en el hecho de que iba a volver otra vez a ese pueblo de mala muerte en Madrid, al instituto y a su vida de siempre, la entristecía tanto que respiraba hondo para no echarse a llorar.
-Me llamo Víctor Dylan Scofield -dijo Vic, interrumpiendo los pensamientos de Lena. Y ella agradeció en silencio que interrumpiese ese tormento- Pero ya sabes que me tienes que llamar Vic.
Lena asintió en silencio.
-Yo me llamo Lena Tamarit Sleein. -dijo- Mi padre era español y mi madre escocesa.
Vic frunció el ceño.
-Sleein. No lo había oído nunca. -comentó- Pero suena bien.
Vic se levantó de la cama y cambió el CD en su equipo de música.
-¿Te suena Secondhand Serenade? Es su disco A Twist in my Story -le dijo, mientras volvía a la cama y se tumbaba, apoyando la cabeza sobre las piernas de Lena- Creo que es el grupo más reciente que conozco. 
La chica sintió cómo las mejillas le ardían, y agradeció la semi oscuridad de la habitación. 
Empezó a sonar el disco, la canción parecía ser exageradamente triste, y cuando Vic se puso a cantarla, con su voz tan suave y susurrante, Lena se sintió doblemente triste.
-No lo conozco, -respondió ella- pero me acabo de enamorar.
Vic asintió en silencio, como si supiese que Lena iba a decir eso.
-¿Triste, eh? -comentó Vic, alzando la cabeza para mirar a Lena a los ojos.- Triste y esperanzador. 
-No podría haberlo definido mejor -musitó ella.
Y así pasaron todas las canciones del disco, Lena escuchando y Vic cantando al techo, a la nada o tal vez a ella.
Ella apartó la cabeza de Vic lentamente de su regazo, y se tumbó en la cama, alejada de él.
-No quiero irme -susurró. Por primera vez, quien sacaba aquel tema era ella.
El chico suspiró y cerró los ojos durante un largo rato, se levantó de la cama para mirar a Lena desde los pies de ésta. Ella jugaba con un mechón de su negro pelo y no le dedicó una sola mirada.
Vic se acercó a ella y se sentó a su lado.
-¿Cambiamos de postura? -le preguntó, con una sonrisa, y le hizo un gesto a Lena para que apoyase la cabeza sobre sus piernas- Perdóname por recordarte constantemente que debes regresar a tu propio infierno -se disculpó mientras le acariciaba el lado derecho de la cabeza con la yema de los dedos.
Ella suspiró, y sintió unas repentinas ganas de besarle. Vic, ahí, mirándola con una sonrisa y sus ojos tan azules, y la ventana tras él que parecía dejar paso a las estrellas. No tenía ni idea de lo que sentía exactamente ese chico por ella, ni sabía si le había pasado eso antes, si conquistaba a una amiga diferente de Sarah cada vez que ella traía a alguien a casa ni tampoco sabía lo que buscaba en una chica. Solamente sabía que no quería que ese momento se acabase nunca, y era una de las primeras veces en su vida que pensaba eso.
Y pensó que, ya que estaba sintiendo cosas arriesgadas, iba a optar por arriesgarse un poco más.
-Va a sonar empalagoso, -susurró- pero tengo que decírtelo.
Vic volvió a coger un mechón entre sus dedos y asintió con la cabeza, dando su aprobación.
-Me gustaría que este momento no acabase nunca -dijo ella, sin poder mirarle a los ojos- Quiero sentirme eternamente así, así de bien, y contenta conmigo misma por estar diciendo lo que siento, no frustrada porque no sé cómo expresarme y por miedo a hacer el ridículo. -suspiró, y Vic cerró los ojos, como si fuese él quien sentía todo eso y no ella- Ahora mismo no tengo miedo de decir lo que siento porque no me importa lo que pienses, pero no porque tú no me importes, sino porque sé que no intentas juzgarme, solamente comprenderme. Y esa es una de las cosas más reconfortantes que he sentido en mi vida.
Hubo un largo momento de silencio antes de que Vic la besara, y fue otra vez uno de esos besos tan lentos que te aceleran el corazón, de esos en los que tienen más protagonismo los mordiscos que los labios. Vic se separó de ella, y la miró ahí, tumbada en su cama, con sus enormes ojos negros fijos en él y la luz anaranjada de la calle en su cara, y gateó hasta ponerse sobre ella, con una sonrisa en los labios. Lena inmediatamente se puso alerta, confiaba en que jamás iba a pasar nada que ella no quisiera, pero nunca había llegado tan lejos con nadie. De hecho, Vic era el primer chico que se le acercaba tanto sin contar al Jorge borracho de la otra noche.
Y, como si él lo hubiese notado, le dio un beso en la frente y se tumbó a su lado, abrazándola, y le susurró al oído:
-Te va a sonar demasiado empalagoso, pero yo también tengo que decirlo... Lena, quédate conmigo esta noche, por favor.